La campaña agrícola 2023/24 presenta dos realidades bien marcadas. Por un lado, se observa una mejora en los rendimientos, aunque no alcanzarán los niveles récord esperados al comienzo del ciclo, los números serán favorables en promedio.
Sin embargo, la contraparte de este aumento productivo es la caída en los precios internacionales, que no están acompañando esta mejora. Dante Romano, profesor del Centro de Agronegocios y Alimentos de la Universidad Austral, señaló que “con una producción más clara y conociendo quién conduce el país, los precios han bajado a niveles de quebranto y las ventas se han paralizado”.
En noviembre de 2023, los principales granos han experimentado una disminución preocupante en sus cotizaciones. La soja ha perdido $80 por tonelada, el trigo $40 y el maíz $30. Las causas de esta caída en los precios se atribuyen al “dólar 80/20”, que permitió mejorar los valores ofrecidos en los contratos a futuro. Sin embargo, con una brecha cambiaria en descenso debido al retroceso del dólar libre, el 20% adicional ha dejado de ser significativo y los precios base son bajos.
Afortunadamente, el Gobierno ha autorizado la compra de la divisa MEP para aquellos que habían optado por el dólar soja, lo que permitirá una redolarización y facilitará las ventas. A pesar de esta medida, la realidad indica que con la cosecha gruesa llegarán los vencimientos de deudas y cheques otorgados para esas fechas.
En este contexto complejo, los productores no están dispuestos a convalidar precios que los lleven al quebranto y optarán por refinanciar deudas para mantener los granos en su poder, especialmente en el caso de la soja.
La Bolsa de Cereales de Córdoba también ha calculado la disminución en los precios de exportación de los granos. En maíz, se estima una disminución de $40 y en soja de $53. Si estos valores se mantienen, se proyecta una reducción de $6.500 millones en el ingreso de divisas.
En resumen, el derrumbe de los precios internacionales está afectando la rentabilidad de los planteos agrícolas en Argentina. Los productores se enfrentan a precios desfavorables y márgenes de rentabilidad negativos, lo que genera incertidumbre en el sector.